
Cómo prevenir vicios en la adolescencia
La adolescencia no es ninguna broma. Aquí hemos hablado largo y tendido de la adicción en adolescentes, pero esta vez venimos con una guía de prevención.
Es un momento de cambios bestiales: físicos, emocionales, sociales... Y claro, cuando un chaval está buscando quién es, a veces se mete en cosas que no debería.
Probar porros, beber los fines de semana, engancharse a pastillas, al juego o incluso a vicios menos visibles como el vapeo.
Y todo eso, que muchos padres ven como una fase más, puede acabar siendo un problema de verdad.
Porque el cerebro de los adolescentes todavía está en desarrollo, no está preparado para regular impulsos, tomar decisiones conscientes o pensar en las consecuencias a largo plazo.
Por eso, si tenéis hijos en esta etapa, sabéis que no basta con decir “no hagas esto” o “eso está mal”. Hay que currárselo más.
Este artículo es para eso: para daros herramientas reales, consejos prácticos y un enfoque útil para que podáis ayudarles antes de que sea tarde.
¿Por qué los adolescentes son más vulnerables a los vicios?
Durante la adolescencia, el cerebro está aún en proceso de maduración. Y esto no lo digo yo, lo confirma el psiquiatra infantil Luis Trejo, que trabaja con adolescentes todos los días. Él explica que, en esta etapa, los chavales no tienen la capacidad total para autorregularse.
Por eso, buscan emociones nuevas, se lanzan a experiencias que les estimulen, y muchas veces lo hacen sin medir riesgos.
A eso súmale que están buscando pertenecer a un grupo, encajar, sentirse aceptados. Es normal, todos lo hemos hecho. El problema es cuando eso les lleva a juntarse con personas que les empujan a conductas de riesgo.
Si encima en casa hay problemas como violencia, ausencia de uno de los padres o una educación permisiva sin límites claros, el cóctel está servido.
No es cuestión de señalar a nadie, pero sí de abrir los ojos. Porque los chavales no empiezan a fumar porros o a beber porque sí. Hay causas detrás, y si las entendemos, podemos prevenir.
Los principales factores de riesgo en la adolescencia
No todos los adolescentes tienen las mismas probabilidades de caer en un vicio. Hay ciertos factores que hacen que el riesgo aumente:
Historia familiar de adicciones
Trastornos de salud mental (ansiedad, depresión, TDAH)
Problemas de autoestima o inseguridad
Falta de supervisión parental
Estilos de crianza muy autoritarios o demasiado laxos
Ambientes escolares conflictivos
Influencia del grupo de amigos
Acceso fácil a sustancias
A todo esto se suman factores personales: hay chavales más impulsivos, más sensibles, más propensos a experimentar.
Y no podemos cambiar su personalidad, pero sí podemos reforzar sus herramientas para que sepan manejarse.
Señales de alerta: ¿cómo saber si algo no va bien?
Aquí es donde hay que estar con los ojos bien abiertos. Los adolescentes no suelen venir a contarte que están fumando o que han probado pastillas.
Pero el cuerpo y la conducta sí hablan. Algunos signos que deberían poneros en alerta son:
Cambios bruscos de humor
Alteraciones del sueño o del apetito
Descenso en el rendimiento escolar
Se alejan de la familia y pasan más tiempo encerrados
Dejan de interesarse por cosas que antes les gustaban
Se vuelven más agresivos o irritables
Empiezan a mentir o a comportarse de forma secreta
Cambian de amigos de forma repentina
Hay que observar cambios en el patrón de conducta, en la forma de pensar, en cómo se sienten. Y si algo os huele mal, lo mejor es acudir a un profesional de salud mental lo antes posible. Cuanto antes se detecta el problema, más fácil es de tratar.
El papel de la familia en la prevención de adicciones
La prevención empieza en casa. Y no, no hace falta ser perfectos ni tener un máster en psicología. Lo que hace falta es estar presentes. Hablar, escuchar, observar. Los chavales no necesitan sermones, necesitan sentirse vistos y comprendidos.
Establecer rutinas, límites claros, reglas coherentes. Mostrar interés por lo que hacen, por con quién se juntan, por cómo se sienten. Y sobre todo, predicar con el ejemplo. Si en casa se fuma, se bebe cada fin de semana o se normaliza el uso de sustancias, por mucho que les digáis que no lo hagan, lo verán como algo válido.
Además, es clave implicarse en sus vidas. No desde el control absoluto, sino desde el acompañamiento. Saber qué hacen en su tiempo libre, conocer a sus amigos, participar en sus actividades. Esos pequeños gestos marcan la diferencia.
Comunicación efectiva: el mejor antídoto
Aquí no hay trucos mágicos. La única forma de prevenir de verdad es hablar. Mucho. Sin tabúes, sin miedos, sin prejuicios. Hablar de drogas, de sexo, de emociones, de lo que les pasa. Escuchar más que hablar. Validar lo que sienten.
Y no esperéis a que haya un problema para empezar estas conversaciones. Es mejor tenerlas antes, en un entorno tranquilo, cuando todo está bien. Así, cuando llegue el momento difícil (porque llegará), ya tendréis ese canal abierto.
Una clave es no juzgar. Si un chaval siente que le vais a gritar o a castigar, nunca os va a contar nada. Pero si sabe que puede hablar con vosotros sin miedo, que le vais a escuchar de verdad, entonces confiará.
La importancia de establecer límites y rutinas claras
La libertad sin límites no ayuda. Al revés, desorienta. Los adolescentes necesitan normas, aunque no lo parezca. Saber hasta dónde pueden llegar, qué se espera de ellos, qué consecuencias hay si se saltan las reglas.
Esto no quiere decir ser autoritarios ni castigar por todo. Se trata de establecer acuerdos claros: qué se puede hacer, qué no, y por qué. Y ser coherentes con eso.
Si hoy vale todo y mañana no se permite nada, el mensaje se pierde.
Además, las rutinas dan seguridad. Horarios de sueño, tiempos para estudiar, espacios de ocio saludables. Todo eso estructura su día a día y les ayuda a organizarse mental y emocionalmente.
Actividades saludables: una alternativa poderosa
Una de las mejores formas de prevenir los vicios es ofrecer alternativas. Si un chaval tiene actividades que le motivan, que le hacen sentir bien, que le conectan con otros de forma sana, es menos probable que busque emociones fuertes en sustancias o conductas adictivas.
Deporte, música, arte, voluntariado, actividades al aire libre… Todo eso no solo ocupa su tiempo, sino que construye identidad, fortalece la autoestima y les da un sentido de pertenencia.
Aquí es donde muchas familias nos preguntan: ¿y si ya no quiere hacer nada? ¿Y si está apático?
Pues entonces, es el momento de actuar. Y si no sabéis por dónde empezar, podéis echar un vistazo nuestra terapia MMS en nuestra web https://muchomejorsin.com/, donde ofrecemos apoyo real, con programas personalizados para jóvenes que están en riesgo o que ya han empezado a tener problemas.
No se trata de castigarles ni de enfrentarlos, sino de acompañarles de forma profesional para que puedan reconducir su camino.
¿Qué hacer si sospechas que tu hijo ya ha iniciado un consumo?
Si ya tenéis la sospecha (o la certeza) de que vuestro hijo ha empezado a consumir algo, lo primero es no entrar en pánico. La reacción inicial puede marcarlo todo. Nada de gritos, reproches o castigos impulsivos. Tampoco lo ignoréis esperando que “se le pase”.
Lo ideal es buscar un momento tranquilo, sin tensión, y hablar con calma. No para interrogarle, sino para comprender. Y si no quiere hablar, no pasa nada. Volved a intentarlo otro día. Pero mantened la puerta abierta siempre.
Después, valorad si necesitáis ayuda externa. Un profesional puede orientar mucho mejor que cualquier vídeo de YouTube o artículo de internet. Hay psicólogos, psiquiatras y centros especializados que saben cómo tratar estos casos sin dramatismos y con eficacia.
Y no olvidéis que esto no es una guerra. No es “yo contra mi hijo”. Es un proceso donde ambos vais a tener que hacer ajustes. Pero se puede salir, y muchos chavales lo hacen cuando sienten que no están solos.
La intervención profesional: cuándo y cómo buscar ayuda
Hay señales que indican que es hora de pedir ayuda:
El consumo es regular y afecta a su día a día
Hay cambios graves en la conducta o el estado de ánimo
Se aísla completamente de la familia
Ha abandonado actividades que antes disfrutaba
Tiene episodios de agresividad, ansiedad o depresión
En estos casos, lo mejor es acudir a un servicio de salud mental. Allí os van a orientar según la edad del chaval y su situación concreta. Como dice el doctor Luis Trejo, “es mejor prevenir que tratar”. Pero si ya estamos en el punto de tratar, mejor hacerlo bien acompañados.
Buscar ayuda no es un fracaso. Es un acto de responsabilidad y amor. Y puede marcar un antes y un después en la vida del adolescente.
Prevenir siempre será mejor que tratar
Nadie tiene un manual perfecto para criar a un adolescente. Pero hay algo que sí sabemos: cuanto antes empecemos a construir un entorno sano, seguro y cercano, menos posibilidades habrá de que nuestro hijo caiga en un vicio.
Estar presentes, hablar, observar, poner límites, ofrecer alternativas y pedir ayuda cuando sea necesario.
Esa es la base. Y si os sentís perdidos o necesitáis un empujón, recordad que hay profesionales que os pueden ayudar.
Porque, al final, de lo que se trata es de eso: de darles las mejores herramientas para que puedan elegir bien. Y eso empieza por casa.